El reboot de Devil May Cry, apodado simplemente como DmC, levantó ampollas entre los fans y no fans de una de las más recordadas sagas de Capcom. Que es culpa del nuevo estudio, esos putos occidentales que todo lo cambian (cuando fue a petición de Capcom, pero bueno), que es una mierda, una basura, una... Yo que sé. Yo la verdad es que en su momento el juego me interesaba bastante, y aunque no esperaba de él un juego a la altura de Devil May Cry 3 o 4 (que amo con el ímpetu del viento), sí que esperaba un juego de acción divertido, aunque diera vergüenza ajena a la mayoría por ser un reboot tan lejanamente basado en las aventuras de Dante y con un diseño de personajes tan diferente. La sorpresa ha sido que el juego no solo me ha gustado (que era lo que esperaba), sino que me ha encantado. Ya no soy solo la rara que ama BioShock 2: ahora DmC, sobre el que se ha derrochado el triple de bilis, no es mi Devil May Cry favorito ni mucho menos... pero sí que es un juego que he disfrutado muchísimo. Veamos por qué.


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